Autobiografía 1º Parte - Madame Guyón

I Destruye para poder edificar; pues cuando Él está a punto de poner los cimientos de Su sagrado templo en nosotros, primero arrasa por completo ese vano y pomposo edificio que las artes y esfuerzos humanos han erigido, y de sus horribles ruinas una nueva estructura es formada, sólo por su poder. El que se justifica a sí mismo, apoyándose en las muchas buenas obras que imagina ha hecho, parece sostener la salvación en su propia mano, y considera el cielo una justa recompensa a sus méritos. Por unos medios que parecen destruir Su Iglesia, Él la establece. Es característico de Su sabiduría destruir lo que es construido con orgullo, y construir lo que está destruido; hacer uso de cosas débiles para confundir lo poderoso, y emplear para Su servicio aquello que parece vil y despreciable. II III IV La mansedumbre que nunca ha sido puesta a prueba, por lo general sólo es una falsificación. Aquellas personas que, cuando nadie las molesta, parecen santas, en el momento que son inquietadas por mano de acontecimientos incómodos, se desperezan en ellos un inusual número de defectos. Pensaban que estaban muertos, cuando sólo permanecían dormidos porque nada les hacía despertar. V VI VII VIII No vacilé en empezar a hablar con él, y contarle en pocas palabras mis dificultades en cuanto a la oración. Al instante replicó: “Esto se debe, Madame, a que busca por fuera lo que tiene por dentro. Acostúmbrese a buscar a Dios en su corazón, y allí lo encontrará”. Era pobre en medio de riquezas, a punto de perecer de hambre junto a una mesa aderezada a rebosar, y en medio de una fiesta perenne. Oh belleza de antaño y presente; ¿por qué te he conocido tan tarde? ¡Ay! Te buscaba donde no estabas, y no te buscaba donde estabas. IX Fue esta la oración con la que de repente me vi favorecida de lo alto, una oración muy por encima de éxtasis, levitaciones o visiones. Todos estos dones son menos puros, y más sujetos a ilusión o engaño por parte del enemigo. Mientras el alma continúe apoyándose en dones, no está renunciando por completo a sí misma. Sin llegar nunca a entrar en Dios, el alma pierde el verdadero disfrute del dador, a cambio de estar apegada a los dones. De cierto es ésta una pérdida inenarrable. X Este amor de Dios ocupaba mi corazón con tanta constancia y fuerza, que no podía pensar en ninguna otra cosa. De hecho, no consideraba que hubiera nada más que fuera digno de mis pensamientos. En una feliz experiencia supe que el alma fue creada para disfrutar a su Dios. La unión de nuestra voluntad con la Suya sujeta al alma a Dios, la conforma a Su buen placer, y hace que nuestra propia voluntad poco a poco muera. Cuando el alma es dócil y deja ser purificada y vaciada de todo aquello que es suyo, que es contrario a la voluntad de Dios, se ve a sí misma poco a poco desprendida de toda emoción propia y puesta en santa indiferencia, sin anhelar nada más que lo que Dios desea. XI
XII El mundo, al ver que le abandonaba, me perseguía y me hacía quedar en ridículo. Yo era su juguete y el objeto de sus fábulas. No podía soportar que una mujer, de apenas veinte años de edad, hubiera de presentar batalla contra él, y vencer. Ahora todos aquellos entretenimientos y placeres tan apreciados y estimados me parecían aburridos e insípidos. Me preguntaba cómo era posible que alguna vez los hubiera disfrutado. Y desde entonces en realidad nunca pude encontrar ninguna satisfacción o diversión aparte de Dios. XIII Que otros atribuyan su victoria a su fidelidad. En cuanto a mí, nunca se la imputaré a nada más que a tu cuidado paternal. He experimentado con demasiada frecuencia, a costa mía, lo que sería sin Ti, como para presumir en lo más mínimo de mis propias cuitas. XIV Lo que aumentaba la tentación era que estimaban virtud en mí, unida a la juventud y a la belleza. No sabían que la virtud sólo puede encontrarse en Dios y en su salvaguardia, y que todo lo débil estaba en mí misma. XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX Mientras estuve en Orleans, me encontré con alguien por el que en aquel momento tenía gran consideración, y me lancé a hablarle de cosas espirituales con demasiada libertad, pensando que hacía bien, pero después sentí remordimiento por ello. ¡Cuán a menudo confundimos la naturaleza con la gracia! Cuando tal atrevimiento provenga únicamente de Dios, uno ha de estar muerto al yo. XXI
XXII Si asomara en la criatura fidelidad o paciencia alguna, Él es el único que lo da. Si por un momento deja Él de ayudar, si aparentemente me deja en mis propias manos, yo dejo de ser fuerte, y me veo a mí misma más débil que ninguna otra criatura. XXIII
XXIV Al descubrir que no había lugar seguro, ni salud espiritual en mí, entré en una secreta complacencia y en un descanso interior, que residía en el hecho de no encontrar dentro de mí bien alguno en el que pudiera apoyarme, o del que pudiera jactarme en pro de mi salvación. XXV
XXVI
XXVII Fue entonces cuando, oh Dios, en Ti encontré de nuevo todo de cuanto había sido privada, de una forma inefable, junto a nuevas virtudes; la paz que ahora poseía era toda santa, celestial e inexpresable. Todo lo que había disfrutado antes sólo era una paz, un don de Dios, mas ahora recibía y poseía al Dios de paz. XXVIII Cuando inadvertidamente me miraba a mí misma, no podía pensar que Dios haría uso de mí; pero cuando veía las cosas en Dios, entonces percibía que cuanto menos era yo, tanto más encajaba en sus designios. XXIX Mi perseverancia no es mía, sino de aquel que es mi vida; así que puedo decir con el apóstol: «y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí». Es en Él en quien vivo, me muevo, y tengo mi existir. FIN

Entradas populares de este blog

El Hombre Espiritual - Watchman Nee

Una ciudad, una iglesia: El carácter local de las iglesias

No améis al Mundo - Watchman Nee