La Vid Verdadera - Andrew Murray

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«... el misterio que había estado oculto desde los siglos y generaciones pasadas, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer cuáles son las riquezas de este misterio..,; que es Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria.» COLOSENSES1:26, 27. «Yo soy sólo una ramita. Mi vida en realidad no es mía. Porque la savia que fluye por mis vasitos Es la sangre de vida de la Vid.» FREDAHANBURY No hay poder alguno en mí Para llevar fruto alguno; Pero como soy parte de una vid viviente, Contribuyo a su fruto. TODAS LAS COSAS TERRENAS son sombras de las realidades celestiales; la expresión, en formas creadas y visibles, de la invisible gloria de Dios. La Vida y la Verdad están en el Cielo; en la Tierra tenemos figuras y sombras de las verdades celestiales. ¡Cuántos se han gozado del fruto de la vid! Ven, toma y come el fruto celestial de la verdadera vid, y deja que tu alma diga: «Me senté bajo su sombra con deleite, y su fruto fue dulce a mi paladar.» El se hizo hombre para mostrarnos lo que la criatura debe ser para su Creador, Tomó nuestro lugar, y lo que fue el espíritu de su vida ante el Padre, es lo que El procura que sea el nuestro: «De El, y por El, y para El son todas las cosas.» El se hizo la verdadera vid, para que nosotros pudiéramos ser verdaderas ramas. Del mismo modo que el Labrador hizo que la Vid fuera lo que es, hará que cada rama sea lo que debe ser. Nuestro Padre es nuestro Labrador, la garantía de nuestro crecimiento y fruto. La rama tiene sólo un objeto, un propósito al cual se entrega por completo. Esto es, el traer el fruto que la vid espera que traiga. De la misma manera, el creyente sólo tiene una razón para ser una rama —una razón para su existencia en la Tierra: que la vid celestial pueda traer su fruto a través de la rama. Las ramas no tienen ni son otra cosa que lo que procede de la vid y lo que la vid les imparte. El creyente es llamado a una vida de dependencia entera e incesante de Cristo, y en ello consiste su bienaventuranza máxima. Sólo tienes que hacer una cosa: Sé una rama, nada más, nada menos. Sé una rama; Cristo será la vid que te lo dará todo. Y el labrador, el Dios todopoderoso, que hace que la vid sea lo que es, hará lo necesario para que la rama sea lo que debe ser. El objeto por el que Dios te ha hecho una rama es que Cristo pueda llevar vida a otros a través de ti. Y aquello de que estoy perfectamente seguro es que, con Cristo como Vid y el Padre como Labrador, puedo ser verdaderamente una rama fructífera. * Como iglesias y como individuos estamos en peligro siempre de estar satisfechos de nosotros mismos. El espíritu secreto de Laodicea —somos ricos y llenos de bienes y no necesitamos nada— puede prevalecer donde menos lo sospechemos. El aviso divino —sois pobres, desventurados, miserables y desnudos— encuentra poca respuesta donde en realidad es más necesaria. Cuanto más perfecta sea la poda de todo lo que es del «yo», menos superficie habrá en la cual tenga que extenderse el Espíritu Santo, y más intensa será la concentración de nuestro estar enteramente a disposición del Espíritu. Sólo cuando la aflicción nos conduce a la disciplina de la Palabra es que se vuelve una bendición; con frecuencia, la falta de limpieza del corazón por medio de la Palabra es la razón por la que la aflicción no es santificada. Sólo cuando el alma renuncia a sus propios pensamientos y los pensamientos humanos respecto a lo que es religión, y se entrega sincera, humilde, alegre y pacientemente a la enseñanza de la Palabra por el Espíritu, el Padre hará su bendita obra de poda y limpieza de toda la naturaleza del yo, que se mezcla con la obra e impide obrar al Espíritu. El injerto debe crecer en el tallo y permanecer en él antes que la savia pueda fluir a su través para poder traer fruto. Podemos recibir y gozar del «Yo en vosotros» sólo cuando seguimos a Cristo en humilde obediencia, negándonos a nosotros mismos, olvidando el mundo y aun buscando la conformidad a El en el cuerpo de modo que permanezcamos en El. Dios está en todo. Dios reside en Cristo. Cristo vive en Dios. Nosotros estamos en Cristo. Nuestra vida ha sido tomada en la suya. Nosotros hemos recibido su vida; en una realidad divina que las palabras no pueden expresar, estamos en El y El está en nosotros. Las palabras «Permaneced en mí, y yo en vosotros» nos dicen que creamos en este divino misterio, y que contemos conque Dios, el Labrador, y Cristo, la Vid, lo harán divinamente verdadero. ¡Cuan fuerte y universal es la tendencia a intentar producir fruto con nuestros propios esfuerzos! ¡Cuan difícil es el hacernos creer que el continuar permaneciendo en El es una necesidad absoluta! El insiste en la verdad: No es de sí misma que la rama puede traer fruto; a menos que permanezca, no puede traer fruto. «Ni tampoco podéis vosotros, a menos que permanezcáis en mí.» Si he de ser una verdadera rama, si he de traer fruto, si he de ser lo que Cristo quiere que sea, toda mi existencia debe ser dedicada exclusivamente a permanecer en El, como una rama natural permanece en la vid. En la regeneración la vida divina entra en nosotros, pero no domina ni llena al momento todo nuestro ser. Esto viene luego como resultado de recibir órdenes y obedecerlas. Hay el peligro de no entregarnos con todo el corazón para permanecer. Hay el peligro de entregarnos para la obra de Dios, y aun traer fruto, de un modo deficiente, a causa de no permanecer, por no dejarnos caer con toda la voluntad en las manos de Cristo y en su vida. El permanecer en la Vid no es nada más ni nada menos que una entrega descansada del alma, que permite a Cristo que haga toda la obra y lo tenga todo, de modo tan completo como en la Naturaleza la rama no sabe ni busca nada, sino la vid. Pensamos en permanecer como un esfuerzo continuo y olvidamos que significa el descansar para quien ha encontrado el lugar en que debe residir. «Salid de los otros sitios; abandonad confianzas y ocupaciones; salid de vuestro yo, de vuestros razonamientos y esfuerzos, y venid y descansad en lo que Yo haré. Vive fuera de ti; permanece en Mí. Tú estás en Mí; no necesitas nada más.» «Yo soy la vid.» «Yo soy y seré una rama, con todo lo que significa —una rama, muy débil, pero tan semejante a la Vid como pueda serlo, porque soy de la misma naturaleza y recibo el mismo espíritu. La Vid te dará lo que necesites y lo hará todo. El Padre, el Labrador, observa tu unión y tu crecimiento en la Vid. No tienes que ser nada más que una rama. «¿Cómo puedo aprender a decir sin más: "¡Sólo una rama!" y vivir en consecuencia?» Querida alma, el carácter de una rama, su fuerza y el fruto que lleva depende enteramente de la Vid. Y tu vida como rama depende enteramente de tu captación de lo que es nuestro Señor. Por tanto, no te separes nunca de estas dos palabras: «Yo soy la Vid — tú eres una rama.» Tu vida y tu fuerza y tu fruto dependen de lo que es Jesús. Por tanto, adórale y confía en El; déjale que sea tu deseo y la ocupación de tu corazón.

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