Cristianismo Pagano - Frank Viola

El Cristianismo Pagano [PDF]

CAPITULO 2: El Sermón Los cristianos no somos transformados por escuchar sermones. Somos transformados por encuentros regulares con el Señor Jesucristo. Necesitamos restaurar la práctica del primer siglo de la exhortación mutua y el ministerio mutuo. Es cierto que el don de la enseñanza está presente en la iglesia. Pero la enseñanza debe surgir de todos los creyentes,110 así como de los que poseen dones especiales para enseñar. CAPITULO 3: El Edificio de iglesia (¡Uno no puede ir a algo que uno es! A lo largo del Nuevo Testamento, ekklesia siempre se refiere a una asamblea de personas, no un lugar.) Los primeros cristianos creían que Jesús es la presencia misma de Dios. Creían que el Cuerpo de Cristo, la Iglesia, constituye un templo. Jesús dijo que, después que el templo fuera destruido, Él lo levantaría en tres días. Significativamente, se refería al verdadero templo –la iglesia– que Él levantó en sí mismo al tercer día. La fe cristiana nació en hogares, en patios, junto a caminos y en salas de estar. Por consiguiente, el edificio de iglesia es la triste historia de un cristianismo que adoptó la cultura pagana. Una adopción que transformó radicalmente el rostro de nuestra fe. Los cristianos abrazaron el concepto del templo. Incorporaron la idea pagana de que existe un lugar especial donde Dios mora de una manera especial. Y ese lugar está hecho “con manos”. La antigua economía mosaica de sacerdotes sagrados, edificios sagrados, rituales sagrados y objetos sagrados ha sido destruido para siempre por la cruz de Cristo. Además, ha sido reemplazada por un organismo no jerárquico, no ritualista y no litúrgico llamado ekklesia (iglesia). Los cristianos no necesitan buscar a Dios en el cielo. ¡Él está aquí! Con la llegada de Emmanuel, Dios está con nosotros. Y, con su resurrección, tenemos un Señor que mora en nosotros. El púlpito es perjudicial porque eleva al clero a una posición de prominencia. Fiel a su significado, coloca al predicador en el centro del “escenario”, separándolo y poniéndolo muy arriba del pueblo de Dios. Jonathan Edwards señaló, correctamente, que las emociones son efímeras y no pueden ser utilizadas para medir la relación que uno tiene con Dios. Observe un coro vistiéndose antes del comienzo del culto. Se sonríen, se ríen y hasta hacen bromas. Pero, una vez que comienza el culto, se convierten en personas diferentes. No los encontrará sonriendo o riendo. Esta falsa separación entre lo secular y lo sagrado, esta “mística de los vitrales” de iglesia del domingo a la mañana se opone abiertamente a la verdad y la realidad. Además, el edificio de iglesia no es un lugar amistoso. Es frío, incómodo e impersonal. No está diseñado para la intimidad ni la fraternidad. R. Sommer habla de un “espacio sociofugal” como un lugar donde la gente tiende a evitar el contacto personal entre sí. El edificio de iglesia moderno encaja con la descripción de Sommer bastante bien. “Si hay un método simple de salvar la misión de la iglesia, probablemente sea la decisión de abandonar los edificios de iglesia, porque son, básicamente, lugares no naturales... y no se corresponden con nada que sea normal en la vida cotidiana” (From Temple to Meeting Place, p. 323) La aparición del edificio de iglesia no es más que la reaparición del judaísmo y el paganismo con un nuevo disfraz. John Newton dijo, correctamente: “Que el que adora bajo una aguja no condene al que adora bajo una chimenea”. Me gustaría agregar una pregunta a esta cita: ¿Qué autoridad bíblica o histórica tiene un cristiano para reunirse bajo una aguja en primer lugar? Que los cristianos en la era apostólica hayan construido casas de culto especiales es impensable... Así como el Salvador del mundo nació en un establo y ascendió al cielo desde una montaña, sus apóstoles y sus sucesores hasta el tercer siglo predicaron en las calles, los mercados, en montañas, en barcos, sepulcros, cuevas y desiertos, y en las casas de sus convertidos. Pero, ¿cuántos miles de iglesias y capillas costosas han sido construidas desde entonces y todavía son construidas constantemente en todas partes del mundo para honrar el Redentor crucificado, que en los días de su humillación no tuvo un lugar propio donde apoyar su cabeza? –Philip Schaff CAPITULO 4: El Pastor “No haré ahora acepción de personas, ni usaré con nadie de títulos lisonjeros” (Job 32:21). Con la caída del hombre surgió el deseo implícito en el hombre de tener un líder físico para llevarlo a Dios. Por esta razón, las sociedades humanas a lo largo de la historia han creado constantemente una casta espiritual especial de íconos religiosos. El hechicero, el chamán, el rapsoda, el milagrero, el brujo, el adivino, el sabio y el sacerdote, todos han estado con nosotros desde el error de Adán. El hombre caído siempre ha tenido el deseo de erigir una casta sacerdotal especial que esté singularmente dotada para implorar a los dioses en nombre de él. Ignacio fue la primera figura de la historia de la iglesia en dar el primer paso por el camino resbaloso hacia un líder único en la iglesia. Podemos encontrar el origen del Pastor moderno y la jerarquía eclesiástica en él. “Todos ustedes siguen al obispo como Jesucristo sigue al Padre... Nadie debe realizar ningún asunto de la iglesia sin el obispo... Donde aparezca el obispo, ahí debe estar el pueblo... Ustedes mismos nunca deben actuar independientemente del obispo y el clero. Deben considerar a su obispo como un tipo del Padre...Todo lo que él apruebe complace al Padre...” - Ignacio de Antioquía Con el tiempo, el obispo se convirtió en el principal administrador y distribuidor de la riqueza de la iglesia. Era el hombre responsable de enseñar la fe y de saber de qué se trataba el cristianismo. La congregación, otrora activa, había sido transformada en sorda y muda. Los santos meramente observaban la actuación del obispo.

Así que entre los años 100 y 300 d.C., el liderazgo de la Iglesia tomó el modelo del gobierno romano. Y se usó la jerarquía del Antiguo Testamento para justificarlo. Will Durant plantea un punto similar, al decir que el cristianismo “creció por la absorción de la fe y los ritos paganos; se convirtió en una iglesia triunfante heredando los modelos de la organización y el genio de Roma… Así como Judea le había dado la ética al cristianismo, Grecia le había dado la teología, ahora Roma le daba la organización; todos estos elementos, junto con una docena de creencias absorbidas y rivales, ingresaron en la síntesis cristiana”. Cuando Jesús entró en el teatro de la historia humana, erradicó tanto los íconos profesionales religiosos como la forma de liderazgo jerárquica. Como extensión de la naturaleza y misión de Cristo, la iglesia primitiva fue el primer movimiento de la historia “dirigido por laicos”. Pero, con la muerte de los apóstoles y los hombres que ellos entrenaron, las cosas empezaron a cambiar. En un contraste llamativo con las provisiones del Antiguo Testamento hechas en el monte Sinaí, ni Jesús ni Pablo impusieron modelos organizacionales fijos para la Nueva Israel. En palabras de Will Durant: “Mientras el cristianismo convirtió al mundo, el mundo convirtió al cristianismo y exhibió el paganismo natural de la humanidad”. La distinción entre el clero y los laicos −púlpito y banco− pertenece al otro lado de la cruz. Con el Nuevo Pacto en Cristo, se eliminaron el clero y los laicos. Hay un único pueblo de Dios. El término “clero” se deriva de la palabra griega kleros que quiere decir ‘lote, parte o herencia’. El Nuevo Testamento nunca usa la palabra kleros para los líderes. Más bien, lo usa para todo pueblo de Dios. Porque es el pueblo de Dios que es la herencia de Dios (ver Colosenses 1:12; Efesios 1:11; Gálatas 3:29; 1 Pedro 5:3). En este sentido, ¡es irónico que Pedro, en 1 Pedro 5:3, exhorta a los ancianos de la iglesia a no enseñorearse del kleros! De nuevo, tanto kleros como laos se refieren a toda la grey de Dios. Los ancianos surgían naturalmente en una iglesia con el paso del tiempo. No eran nombrados a un cargo externo. En cambio, eran reconocidos en virtud de su antigüedad y contribución a la iglesia. La palabra “ordenar” (“ordain”, en inglés) en estos pasajes no quiere decir instalar en un cargo. Más bien, transmiten la idea de respaldar, afirmar y presentar lo que ya ha estado sucediendo. La práctica moderna de la ordenación crea una casta especial de cristianos. No importa si es el sacerdote del catolicismo o el Pastor del protestantismo, el resultado es el mismo: el ministerio más importante está restringido a unos pocos creyentes “especiales”. Esta idea es tan dañina como antibíblica. En ningún lugar el Nuevo Testamento limita la predicación, el bautismo o la distribución de la Cena del Señor a los “ordenados”. Lo que los reformadores no hicieron fue recuperar la dimensión corporativa del sacerdocio de los creyentes. Restauraron la doctrina del sacerdocio de los creyentes soteriológicamente, es decir con relación a la salvación. Pero no la restauraron eclesiásticamente, con relación a la iglesia. Así que los reformadores siguieron afirmando la división entre el clero y los laicos. Sólo en su retórica los reformadores afirmaban que todos los creyentes eran sacerdotes y ministros. En la práctica, lo negaban. Así que, una vez que se disipó el humo de la Reforma, terminamos con lo mismo que nos dieron los católicos: ¡un sacerdocio selectivo! Como los católicos, los reformadores creían que solamente el “ministro ordenado” podía predicar, bautizar y administrar la Cena del Señor. Como resultado, la ordenación le daba al ministro un aura de favor divino que no podía ser cuestionado. Los anabautistas creían y practicaban el mandato de Pablo en 1 Corintios 14:26, 30, 31 de que cada creyente tiene derecho a funcionar en cualquier momento en una reunión de iglesia. En el tiempo de Lutero, esta práctica era conocida como Sitzrecht, “los derechos del sentado” (The Secret of the Strength, pp. 58-59). Como el sacerdote católico, el ministro reformado era considerado por la iglesia como el “hombre de Dios”, el mediador pago entre Dios y su pueblo. No un mediador para perdonar pecados, sino un mediador para comunicar la voluntad divina. Así que, en el protestantismo, un viejo problema asumió una forma nueva. La jerga cambió, pero el veneno permaneció. La ironía aquí es que Juan Calvino se quejaba de la iglesia católica romana porque edificaba sus prácticas sobre “invenciones humanas” en vez de la Biblia. ¡Pero él hizo lo mismo! En este sentido, los protestantes son tan culpables como los católicos. Ambas denominaciones basan sus prácticas en la tradición humana. Tristemente, Lutero creía que todos están en el sacerdocio, pero no todos pueden ejercer el sacerdocio. Esto es, lisa y llanamente, sacerdotalismo. Lutero se separó del campo católico al rechazar un sacerdocio sacrificial. Pero, en su lugar, creía que el ministerio de la Palabra de Dios pertenecía a un orden especial. En breve, la Reforma protestante asestó un golpe al sacerdotalismo católico romano. Pero no fue un golpe mortal. Los reformadores siguieron manteniendo el gobierno de un solo obispo. Simplemente sufrió un cambio semántico. Ahora el Pastor cumplía el papel de obispo. Llegó a ser considerado como la cabeza local de una iglesia, el anciano principal. La larga tradición posbíblica del gobierno del obispo único (ahora personificado en el Pastor) prevalece en la iglesia protestante hoy. Debido a que la línea de falla entre el clero y los laicos está grabada en piedra, existen tremendas presiones psicológicas que hacen que los denominados “laicos” sientan que el ministerio es la responsabilidad del Pastor. “Es su trabajo. Él es el experto”, es la forma de pensar. La palabra del Nuevo Testamento para ministro es diakonos. Significa ‘siervo’. Pero, esta palabra ha sido prostituida porque los hombres han profesionalizado el ministerio. Hemos tomado la palabra “ministro” y la hemos equiparado con el Pastor sin ninguna justificación bíblica. De la misma manera, hemos equiparado erróneamente la predicación y el ministerio con el sermón del púlpito. Otra vez, sin justificación bíblica. La distinción antibíblica entre el clero y los laicos ha causado un daño incalculable al cuerpo de Cristo. Ha dividido a la comunidad de creyentes entre cristianos de primera y de segunda clase. Esta dicotomía perpetúa una terrible falsedad. A saber, que algunos cristianos son más privilegiados que otros en cuanto a servir al Señor. ¡La función pastoral le ha quitado su derecho de funcionar como miembro del Cuerpo de Cristo! Ha cerrado su boca y lo ha amarrado a un banco. Ha distorsionado la realidad del Cuerpo, convirtiendo al Pastor en una gran boca y a usted en una diminuta oreja.218 ¡Lo ha transformado en un espectador mudo experto en tomar apuntes de sermón y pasar el plato de la ofrenda! Como dijo un erudito (J. G. Davies): “Gran parte del culto protestante hasta hoy ha sido infectada también por una abrumadora tendencia de considerar al culto como el trabajo del Pastor (y tal vez el coro), donde la mayoría de los laicos tienen muy poco para hacer excepto cantar unos himnos y escuchar atentamente en actitud de oración”. Por esta razón, no hay nada que obstaculiza tanto el cumplimiento del propósito eterno de Dios como la moderna función pastoral. ¿Por qué? Porque ese propósito está centrado en hacer que el liderazgo de Cristo se manifieste visiblemente en la iglesia a través del funcionamiento libre y abierto de todos los miembros del Cuerpo. Mientras el cargo pastoral esté presente, usted nunca verá algo así. Cómo se autodestruye el Pastor El Pastor moderno no solamente perjudica al pueblo de Dios, sino que se perjudica a sí mismo. La función pastoral tiene la virtud de destruir todo lo que se le acerca. Las depresiones, los agotamientos, el estrés y las crisis emocionales son sumamente frecuentes entre los Pastores. Al momento de escribir esto, hay más de 500.000 pastores trabajando en iglesias de Estados Unidos.221 Entre este gran número, considere las siguientes estadísticas que dejan al descubierto el peligro mortal del cargo pastoral:

• El 94% se siente presionado para tener una familia ideal.
• El 90% trabaja más de 46 horas semanales.
• El 81% dice que pasa tiempo insuficiente con su cónyuge.
• El 80% cree que el ministerio pastoral afecta a su familia negativamente.
• El 70% no tiene alguien que consideren un amigo íntimo.
• El 70% tiene una autoestima más baja ahora que cuando ingresó al ministerio.
• El 50% se siente incapaz de cumplir los requisitos del cargo.222
• El 80% está desanimado o tratando con la depresión.
• Más del 40% dice que sufre de agotamiento, horarios frenéticos y expectativas irreales.223
• El 33% considera que el ministerio pastoral es un claro peligro para la familia.224
• El 33% ha pensado seriamente en renunciar a su cargo durante el último año.225
• El 40% de las renuncias pastorales se deben al agotamiento.226

Se espera de la mayoría de los pastores que hagan 16 tareas importantes a la vez.227 Y la mayoría se derrumba bajo la presión. Por esta razón, 1.600 ministros de todas las denominaciones de Estados Unidos son despedidos u obligados a renunciar cada mes.228
Se está “muy solo en la cima” porque Dios nunca quiso que alguien estuviera en la cima, ¡salvo su Hijo! En efecto, el pastor moderno trata de cargar sobre sus hombros las cincuenta y ocho exhortaciones de “unos a otros” del Nuevo Testamento por su cuenta. No es de extrañar que la mayoría termine aplastada por el peso. Más bien, el pastor moderno nació del gobierno del obispo único que pergeñaron Ignacio y Cipriano. El obispo evolucionó hacia el presbítero local. En la Edad Media, el presbítero evolucionó hacia el sacerdote católico. Durante la Reforma, se transformó en “el Predicador”, “el Ministro” y, finalmente, en “el Pastor”, el hombre del cual pende todo el protestantismo. Para resumirlo en una frase: ¡El Pastor protestante no es más que un sacerdote católico ligeramente reformado! CAPÍTULO 5 LA VESTIMENTA DEL DOMINGO A LA MAÑANA: TAPANDO EL PROBLEMA Reconózcalo. Como humanos caídos, rara vez estamos dispuestos a aparecer como realmente somos. Casi siempre nos apoyamos en nuestro comportamiento o nuestra vestimenta para dar a la gente cierta impresión de lo que queremos que ellos crean que somos. Todo esto difiere marcadamente de la simplicidad que distinguía a la iglesia primitiva. Los cristianos del primer siglo no se “vestían bien” para asistir a las reuniones de iglesia. Se reunían en la simplicidad de las salas de estar. No se vestían para exhibir su clase social. De hecho, los primeros cristianos hacían esfuerzos concretos para demostrar su desprecio absoluto por las distinciones de clase social. A comienzos del siglo XIX, todos los clérigos llevaban cuellos blancos con una corbata. De hecho, era considerado fuera de lugar que un clérigo apareciera sin corbata.50 El clero de la iglesia baja (bautistas, pentecostales, etc.) llevaba el cuello y la corbata. El clero de la iglesia alta (anglicanos, episcopales, luteranos, etc.) adoptaron el collar clerical, denominado a menudo “collar de perro”. El Señor Jesús y sus discípulos eran ajenos a la idea de usar ropa especial para impresionar a Dios o para distinguirse del pueblo de Dios. Usar un atuendo especial para propósitos religiosos era, más bien, una característica de los escribas y fariseos.54 Y ni el escriba ni el fariseo pudieron escapar de la mirada penetrante del Señor cuando dijo:
“Cuídense de los maestros de la ley. Les gusta pasearse con ropas ostentosas y les encanta que los saluden en las plazas, y ocupar el primer puesto en las sinagogas y los lugares de honor en los banquetes”.
CAPÍTULO 6 MINISTROS DE MÚSICA: CLERO DE SEGUNDO NIVEL No podemos evitar llevar nuestra cultura a la iglesia con nosotros; es parte misma de nuestro ser. Pero, a la luz de la tradición, necesitamos individualizar aquellas influencias culturales que contribuyen a la integridad del culto cristiano de las que atentan contra ella. – Frank C. Senn Los que “dirigen la adoración” seleccionan las canciones que se van a cantar camino al sermón sagrado. Ellos las inician. Deciden cómo deben cantarse. Y deciden cuándo se han terminado. El pueblo de Dios no dirige el canto de ninguna forma concebible. Más bien, es dirigido por alguien que suele formar parte del cuerpo clerical, o que recibe un honor similar. En la iglesia primitiva, la adoración y la música estaban en manos del pueblo de Dios.2 La iglesia misma dirigía sus propias canciones. El cantar y dirigir los cantos era un asunto corporativo, no un evento profesional dirigido por especialistas. Con la llegada del coro a la iglesia cristiana, el canto pasó de las manos del pueblo de Dios al personal clerical, compuesto por cantantes entrenados. Para el año 367 d.C., el canto congregacional fue desterrado por completo. Fue reemplazado por los coros entrenados.9 Así nació el cantante profesional entrenado en la iglesia. El canto en el culto cristiano estaba ahora bajo el dominio del clero y el coro. La congregación del pueblo de Dios se convirtió en espectadores, ¡no solamente en el ministerio hablado, sino en el canto también!17 Lamentablemente, el espíritu de espectador de los griegos aún vive en la iglesia contemporánea. El origen del “equipo de adoración” se remonta a la fundación de Calvary Chapel, en 1965. Chuck Smith, el fundador de la denominación, comenzó un ministerio para hippies y surfeadores. Smith invitó a los hippies recién convertidos a volver a afinar sus guitarras y tocar su música ahora redimida en la iglesia. Dio a la contracultura un escenario para su música, permitiéndoles tocar los domingos a la noche y en conciertos. Las nuevas formas musicales comenzaron a llamarse “alabanza y adoración”. Tal vez usted se esté preguntando: “¿Qué hay de malo en tener un líder de coro, un líder de adoración o un equipo de adoración para dirigir el canto de la iglesia?”. Nada. Excepto que le quita al pueblo de Dios una función vital: escoger y dirigir su propio canto en las reuniones –tener el culto divino en sus propias manos– para permitir que Jesucristo dirija la música de su iglesia en vez de un facilitador humano. Cuando solamente los talentosos pueden cantar las canciones de adoración, se vuelve más un entretenimiento que adoración corporativa.63 Y sólo a los que “califican” se les permite participar en el ministerio de dirigir los cantos. Es un ministerio que pertenece a todo el pueblo de Dios. No tengo absolutamente ningún problema con músicos talentosos que tocan para un público para animarlo, instruirlo, inspirarlo o aun entretenerlo. Sin embargo, eso no debería confundirse con el ministerio de canto de alabanza y adoración que pertenece a toda la iglesia. CAPÍTULO 7 DIEZMOS Y SALARIOS DEL CLERO El diezmo ciertamente aparece en la Biblia. Así que sí, el diezmo es bíblico. Pero no es cristiano. El diezmo pertenece al antiguo Israel. Era, esencialmente, su impuesto a las ganancias. No encontramos que los cristianos del primer siglo hayan diezmado jamás en el Nuevo Testamento. Con la muerte de Jesús, todos los códigos ceremoniales, gubernamentales y religiosos que pertenecían a los judíos fueron clavados a su cruz y enterrados... para nunca más volver a condenarnos. Por esta razón, nunca vemos a los cristianos dando el diezmo en el Nuevo Testamento. ¡Así como no los vemos sacrificando cabras y toros para cubrir sus pecados! El diezmo perteneció exclusivamente a Israel bajo la Ley. Con relación a la mayordomía financiera, vemos que los santos del primer siglo daban con gozo según su capacidad, no por obligación ante una orden. Las donaciones, en la iglesia primitiva, eran voluntarias. Y los beneficiarios eran los pobres, los huérfanos, las viudas, los enfermos, los presos y los extranjeros. Es decir, que los diezmos tenían el propósito de sostener a las viudas, los huérfanos, los extranjeros y los levitas (que no eran dueños de nada). Esto es lo que la Palabra del Señor en Malaquías 3 tiene en mente. Hoy el sistema levítico ha sido abolido. Todos somos sacerdotes ahora. Así que, si un sacerdote exige un diezmo, ¡entonces todos los cristianos deberían darse el diezmo unos a otros! En cuanto a los salarios del clero, los ministros no recibieron salarios durante los primeros tres siglos. Pero, cuando apareció Constantino, instituyó la práctica de pagar un salario fijo al clero de los fondos eclesiásticos y de los tesoros municipales e imperiales.30 Así nació el salario del clero, una práctica dañina que no tiene ninguna raíz en el Nuevo Testamento. Por favor tome nota que yo creo firmemente en apoyar la obra del Señor económicamente y en dar generosamente. La Biblia ordena ambas cosas, y el reino de Dios necesita de ambos desesperadamente. Lo que estoy atacando en este capítulo es el diezmo como una ley cristiana y para lo que se lo suele usar: los salarios del clero y los gastos fijos del edificio de iglesia. Cuando se enseña el diezmo como un mandato de Dios, los cristianos que apenas llegan a fin de mes son empujados por la culpa a una pobreza mayor. De esta manera, el diezmo hace que el evangelio deje de ser “buenas nuevas para los pobres”. El diezmo no es signo alguno de devoción cristiana. Si lo fuera, ¡todos los cristianos del primer siglo estarían condenados por falta de piedad! No pocos pastores sienten que deben predicar sobre el diezmo para recordar a su congregación acerca de su obligación de apoyarlos a ellos y a sus programas. Y usan la promesa de bendición financiera o el temor a la maldición financiera para asegurarse de que los diezmos sigan ingresando. Los ancianos (pastores) del primer siglo nunca recibieron salarios. Eran hombres con una vocación terrenal. Daban al rebaño en vez de tomar de él. Asalariar a los pastores los convierte en profesionales remunerados. Los eleva por sobre el resto del pueblo de Dios. Crea una casta clerical que convierte al cuerpo vivo de Cristo en una empresa. Dado que al pastor y su personal se les “paga” para hacer el ministerio, son profesionales pagos. El resto de la iglesia cae en un estado de dependencia pasiva. Pagar al pastor lo obliga a complacer a los hombres. Lo convierte en esclavo de los hombres. Su “vale de comida” depende de cuánto le agrada a su congregación. Por lo tanto, no está libre para hablar libremente sin temor a perder algunos fuertes diezmadores. He aquí el flagelo del sistema de pastores. CAPITULO 8 EL BAUTISMO Y LA CENA DEL SEÑOR La frase “Salvador personal” limita a Jesús a lo que nosotros consideramos como nuestra vida personal. El hecho es que Jesucristo nos salva de cada dimensión de la vida, sea personal, impersonal, interpersonal, corporativo, etc. Él es el Salvador de cada rincón, recoveco y sala del edificio. Además, la frase “Salvador personal” refuerza el concepto de un cristianismo altamente individualista. Pero el Nuevo Testamento es completamente ajeno a una fe cristiana de “sólo Jesús y yo”. Más bien, es intensamente corporativo. El cristianismo es una vida vivida entre un Cuerpo de creyentes que conocen a Jesús en conjunto como Señor y Salvador. Pero los protestantes (así como los católicos) no practican la Cena de la manera que se celebraba en el primer siglo. Para los primitivos cristianos, era una comida festiva. El bautismo es un signo visible que describe nuestra separación del mundo, nuestra muerte con Cristo, el entierro de nuestro viejo hombre,48 la muerte de la vieja creación y el lavamiento de la Palabra de Dios. El bautismo en agua es la forma de conversión/iniciación del Nuevo Testamento. Es idea de Dios. Reemplazarlo por la “oración del pecador”, un invento humano, es vaciar al bautismo de su testimonio, dado por Dios. La Cena se ha vuelto un ritual vacío oficiado por un clérigo, en vez de ser una experiencia de vida compartida que disfruta la iglesia. Se ha convertido en un morboso ejercicio religioso, en vez de un festival gozoso; una rancia ceremonia individualista, en vez de un significativo evento corporativo. CAPÍTULO 9 EDUCACIÓN CRISTIANA Los institutos y seminarios bíblicos, y aun las escuelas dominicales, estaban ausentes por completo en la iglesia primitiva. Son todas invenciones humanas que aparecieron cientos de años después que los apóstoles dejaran la escena humana. Entonces, ¿cómo eran entrenados los obreros cristianos durante el primer siglo, si no asistían a una escuela religiosa? A diferencia del entrenamiento ministerial de hoy, el del primer siglo era práctico, más que académico. Era el entrenamiento de un aprendiz más que de un intelectual. Apuntaba principalmente al espíritu, y no al lóbulo frontal. En el primer siglo, los que eran llamados a la obra del Señor eran entrenados de dos maneras: (1) Aprendían las lecciones esenciales del ministerio cristiano viviendo una vida compartida con un grupo de cristianos. En otras palabras, eran entrenados experimentando la vida de iglesia como no líderes. 2) Aprendían la obra del Señor bajo la tutela de un obrero mayor y experimentado.

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